Con mi abuelo teníamos un ritual.

Hacía poco que me había mudado al pueblo desde buenos aires, para mí era un sueño, me sentía libre, tranquilo, todo pero absolutamente todo ahí,  pasaba muy lento.

Cada vez que tenía que cortarme el pelo él me pasaba a buscar y nos íbamos los dos caminando despacito a la peluquería, él también se cortaba el pelo, a pesar de su edad, aún conservaba muy bien su cabello. En el trayecto siempre me contaba historias, del campo, de cuando el andaba en el río Gualeguay con las máquinas, o cuando hacían caminos, o del pozo que hay en el rio que ya se ha tragado mucha gente.

Todo era mágico, era como estar leyendo un libro o viendo una peli, luego del corte de pelo, pasábamos por un bar, una típica taberna de pueblo que también era almacén, esas que ya no existen, que tenían un olor característico y en las que te sentías muy bien al entrar.

Me sentaba en la barra en un banquito muy alto, casi una escalera para mí, mi abuelo, se sentaba al lado mío, se pedía una marcela y a mí, un yogurt. Yo creo que ese era el único momento en el que él viajaba, y lo digo literalmente, porque disfrutaba mucho ese vasito de Marcela que iba tomando de a poco, y se quedaba pensativo, como que perdía su mirada vaya uno a saber en qué cosa. Yo disfrutaba mucho contemplarlo en silencio, acompañándolo, de vez en cuando me acariciaba, como diciendo, acá estoy, cuelgo pero estoy con vos.

Al regresar nos esperaba mi abuela, contenta siempre con caramelos,  paradita en el portón del jardín de su casa, el típico jardín lleno de flores, ese jardín que hay en toda casa en la cual le dedican tiempo a cuidarlo y mucho cariño.

A veces discutían, porque mi abuela sabía de nuestra parada estratégica en el bar después de la peluquería, y él  no decía nada,  tomaba pastillas y no podía tomar alcohol, pero el día que íbamos a la peluquería se daba el gusto sabiendo que al regresar seguro mi abuela estaría esperándolo para decirle algo.

Un día mi abuelo se quiso ahorcar, lo escuche al pasar cuando mi madre hablaba con mi abuela y mi padre, a partir de ese día mi abuelo estaba distinto, estaba como ido, como contemplando y pensando en no sé qué, y  yo que era chico y mucho no comprendía de las cosas, lo único que deseaba era que me crezca el pelo, porque sabía que él me pasaría a buscar y en ese momento, sólo en ese momento, mi abuelo volvería a ser mi abuelo.

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