El fin de semana  se me ocurrió ir a una heladería que quedaba pasando la casa donde vivían mis viejos,  pasé por donde nos tomábamos un café con mi amigo Juan Manuel, casi a mitad de camino entre mi casa y la de mis viejos, el café ya no estaba más.

Esos 15 o 20 minutos que él podía charlar con vos en un café era lo que más lo hacía feliz últimamente, siempre se estaba yendo y siempre llamando y viendo como estabas, como estaban tus viejos,  y esa ansiedad, y esas ocurrencias y esas charlas..

A medida que me acercaba al edificio donde vivieron mis viejos hasta no hace mucho,  pensaba que lindo sería ver a mi vieja asomada a la puerta esperándome, el edificio estaba  igual sin ningún cambio, pero mi vieja ya no estaba!

Así que seguí mi camino tratando de no bajonearme y al llegar a mi destino, para mi sorpresa, la heladería tampoco estaba! el local se encontraba violentamente silencioso y vacío, como el que sentí yo en ese momento, no aguanté y como si fuera  un nene caprichoso, me largué a llorar.

No me había dado cuenta que yo no quería helado, en ningún momento me interesó el helado, esa era mi excusa, yo quería volver a ver a mi vieja, yo quería volver a ver a mi amigo, yo los extraño!

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